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La ausencia en el abastecimiento de medicamentos esenciales, alimentos no perecederos, agua potable embotellada, material para primeros auxilios y repuestos para equipos de rescate, limita la capacidad de respuesta de organismos públicos y privados para hacer frente a los estragos causados por fenómenos naturales de gran magnitud, como terremotos, pero también para atender eventos de mayor incidencia en el país, como deslizamientos e inundaciones, afirmó Ángel Rangel, ex director nacional de Defensa Civil de Venezuela y miembro del Estado mayor del Cuerpo de Bomberos de Caracas.
Porque se vive en un país que no tiene que ocurrir un evento de gran magnitud, incluso unas lluvias fuertes, pueden generar una crisis. Aquí no hace falta que ocurra un sismo para que se vaya la luz o se suspenda el servicio de agua, eso pasa todos los días; es algo similar a una situación post desastre.
Uno de los datos más reveladores, es que a pesar de vivir en una zona con alto riesgo sísmico, 88% de la población no percibe la amenaza del riesgo de terremotos y 72% ignora el riesgo de inundaciones; además, 94% no tiene información sobre prevención y actuación ante situaciones de riesgo y desastres naturales; y 93% desconoce la existencia de un plan local de evacuación ante emergencias, todo esto según datos de la Encuesta sobre Condiciones de Vida Venezuela 2016 (Encovi), perteneciente a la Fundación Bengoa.
En Venezuela la amenaza sísmica no llega a las magnitudes del terremoto en Japón que fue de 8.9, si bien la amenaza no es tan grande, la vulnerabilidad es mucho mayor, donde las consecuencias pueden ser iguales o peores, ya que más del 50% de la población habita en viviendas autoconstruidas, desprovistas de elementos resistentes que les confiera seguridad para resistir el impacto de un terremoto.
Además, se impone la vulnerabilidad social, la pobreza, la división social y la falta de programas para superar estos males. Recordemos al estado Vargas, aquel fatídico diciembre donde la Quebrada San Julián y otros cursos de agua, llegaron tras las lluvias a recuperar lo expropiado por el hombre y donde aún después de más de 17 años aún no han podido reconstruir la entidad al 100%.
Si llegase a ocurrir un desastre natural de esa magnitud en el ámbito nacional, el colapso de servicios en el sector salud, agua potable, energía, vialidad, seguridad, producción, educación y abastecimiento de insumos, existirían por el mal modelo económico impuesto, que se ha agudizado de manera alarmante en los últimos años.
Otro aspecto muy preocupante para enfrentar desastres naturales, es la construcción de viviendas que no cumplen con las Normas COVENIN, donde la ingeniería municipal se hace de vista gorda. Tampoco se realizan estudios previos de geotecnia, ni de impacto ambiental. A ello se suma, la deforestación en las cuencas y márgenes de ríos con fines habitacionales, lo cual ocasiona no solo la degradación del recurso suelo, sino también el acarreo de sedimentos que colmatan los cuerpos de agua.
La crisis que vive actualmente el país, no solo ha traído el desabastecimiento de alimentos, sino que también ha afectado de manera alarmante al sector salud, donde clínicas y hospitales a través del gremio médico, pidieron declararnos todos en emergencia humanitaria es decir, MUNDO #SOSSectorSalud.
Además, los centros asistenciales no cuentan con material quirúrgico dentro de los que destacan anestesia, gazas, hilo de sutura, guantes, tapaboca, suero y mucho menos sangre, todos estos necesarios en caso de un desastre natural. Conjuntamente, los equipos médicos tales como tomógrafos, RX, ecosonogramas y resonancias, están a mitad de máquina o totalmente inhabilitados, porque no se consiguen repuestos.
Venezuela está entre los países con mayor mortalidad por desastres naturales, 30.319 en el año 2016, según datos publicados por la Organización de Naciones Unidas (ONU) y del Centro de Investigación sobre la Epidemiología de los Desastres (CRED).
Estamos preparados o no, saque usted sus propias conclusiones.
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