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Los medios de comunicación del mundo relatan con asombro y horror las atrocidades que cometen el gobierno venezolano y sus mafias judiciales, militares y grupos irregulares armados, en medio de una gigantesca crisis humanitaria expresada en la atroz escasez de alimentos y medicinas, la hiperinflación que devora los devaluados salarios de los trabajadores, la corrupción desbocada que agrava la crisis, y la criminalidad que, como la inflación, es también la más alta del mundo. Los poderes públicos –con excepción de la AN, sitiada por el Ejecutivo, por la sala inconstitucional del TSJ y del sector oficialista de la FANB– están al servicio de los desmanes de Maduro, convertido en un “dictadorzuelo” que, con las “sentencias” del ominoso TSJ, ha despojado al Parlamento de sus atribuciones legales. A esas acciones depredadoras se unen las cuatro jinetas del apocalipsis electoral, al retrasar descaradamente la convocatoria al referéndum revocatorio este año, cuando tendría la eficacia legal de sacar simultáneamente del poder a Maduro y a su régimen y llamar a nuevas elecciones. La última canallada del TSJ ha sido la de reconocer, en la práctica, que Maduro no habría nacido en Venezuela, al “legitimar” con su sentencia de esta semana que él puede seguir destruyendo el país a través de la presidencia, a pesar de que la Constitución claramente exige ser venezolano por nacimiento y no tener doble nacionalidad. La “magistrada” responsable de tal traición a la Patria es la misma sobre la que el diario El Mundo de España ha documentado que su “posgrado” y su tesis para poder ser magistrada habrían sido aprobados generosamente por “profesores” del partido Podemos (entre ellos el descalificado Monedero), todos asesores del chavismo y financiados por Chávez y Maduro con dinero venezolano. Alzaron también su brazo para aprobar tal delito constitucional, los “magistrados express” de la sala inconstitucional y el ponente, ex diputado del PSUV.
La guerra civil de Nigeria, conocida también como Guerra de Biafra, saltó a los medios por la terrible hambruna sufrida en varias de las zonas sitiadas y por las acusaciones de genocidio del mundo entero. Los médicos franceses que estuvieron en Biafra fundaron en 1971 Médicos sin Fronteras, ONG que, con otras muchas organizaciones defensoras de los Derechos Humanos, muestran hoy su gran preocupación por la enorme crisis humanitaria de Venezuela. A mediados de 2015 ya leíamos en la prensa internacional que “La Venezuela chavista se desliza hacia el abismo”, al referirse a la “cadena de homicidios, linchamientos y batallas a tiro limpio: el hampa toma las calles y eleva la cifra de asesinatos 8%”. En 2011 hubo 19.000 crímenes, equivalentes a 60 muertes violentas por cada 100.000 habitantes, que ya situaban a nuestro país como el más violento del mundo , al lado de Honduras y El Salvador. Al finalizar 2015 los crímenes llegaron a casi 30.000, así que no sorprende que esta necrología informativa fuese titulada: “Venezuela: más muertes violentas que en la guerra de Afganistán”. Y mientras estos crímenes ocurren, medios y redes sociales muestran a un grupo de la GNB en medio de la autopista a La Guaira, deteniendo taxis y otros vehículos, que suponen con viajeros que van al exterior, obligan a abrir las maletas, roban lo que les gusta, y les quitan los dólares. ¿Acaso el ministro López Padrino no ha visto los videos en Internet con pruebas gráficas sobre estos militares y sus delitos? ¿No ha leído el ministro las quejas de Consecomercio sobre la multiplicación de alcabalas en las carreteras que “encarece traer comida a Caracas porque los transportistas deben pagar en cada una de ellas el monto pedido por los militares de la GNB”? (quejas reportadas por los transportistas de vegetales provenientes del Táchira).
La crisis humanitaria en Venezuela ha alcanzado dimensiones dantescas: “En 9 de cada 10 hogares venezolanos no les alcanza para comer”. Apenas 19% de la población no es pobre y la mayoría no consume proteínas de origen animal. Solo 5% tiene acceso a la leche; 12% no hace las 3 comidas y la desnutrición infantil supera 30%. Los daños causados por 5 años de hambre son irreversibles, documenta la prestigiosa fundación Bengoa. Y mientras los venezolanos pasan hambre, Maduro acaba de dilapidar en maniobras militares 26,6 millones de dólares y los recursos para inteligencia militar (¡!) aumentaron 232% en 2016.
“Pensar que en Venezuela la gente iba a pasar hambre era una idea inconcebible hasta hace algunos años. Pero es así. Al otro lado de la frontera se gesta una crisis humanitaria de inmensas proporciones, sin precedentes en el hemisferio americano, y que solo tiene trazas de empeorar” editorializaba El Tiempo de Colombia el pasado domingo. Ningún país petrolero, a pesar de la caída de los precios del crudo, registra el caos y la ruina de Venezuela. “Una enfermedad seria casi equivale a una sentencia de muerte, dada la inoperancia del sistema de salud, sumido en el desabastecimiento” acusa El Tiempo, como acaba de morir el niño Oliver Sánchez y tantos enfermos en los hospitales por falta de insumos mientras Maduro viaja a países del Caricom firmando convenios y cargado de alimentos con el fin de conseguir su voto en la OEA para que no le sea aplicada la Carta Democrática a su dictadura. Maduro responsabiliza de la crisis “a una conspiración del Imperio y hasta de Bogotá”, excusa con la que decretó un estado de excepción: “La razón de desconocer los casi 2 millones de firmas presentadas para el referéndum es obvia, indica el editorial: La impopularidad del gobierno es tan alta que una apabullante derrota es fácil de predecir”. En claro mensaje al silencioso presidente Santos, El Tiempo concluye que “en tales circunstancias, es indudable que Colombia no puede actuar como un espectador más… La comunidad internacional deberá aumentar la presión y ello incluye invocar la Carta Democrática en la OEA (para la que ya habría los 24 votos necesarios) pues la tragedia venezolana no da más espera”.
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