Mientras Venezuela quedaba como violenta, corrupta y abusiva frente a la ONU tras la intervención del presidente de Guyana, Maduro, uso sus quince minutos para balbucear mas de lo mismo (sobre la paz y EEUU). Si las Naciones Unidas tenían dudas acerca de lo que pasaba en el país, luego de escuchar al presidente no les quedó duda que estamos en la manos de Dios. De esto y otros temas más en Charito Rojas.
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“Estúpido no es el hombre que no comprende algo, sino el que lo comprende bastante bien y, sin embargo, procede como si no lo entendiera”. Charles Robert Richet (1850 – 1935), médico francés, Premio Nobel de Medicina 1913.
El gobierno juega al caos para acortar las distancias con el voto opositor este 6D. Y el papel distractor lo hace muy bien, aunque los resultados sean catastróficos. La camorra con Guyana dejó a Venezuela en la ONU como un país abusivo, imperialista y perturbador del desarrollo económico de un pequeño territorio, tal como lo planteó en su discurso el presidente Granger. Mientras el guyanés hablaba claro y raspao sobre el tema del diferendo que los tienen fastidiados, el venezolano usaba sus 15 minutos para repetir la cancioncita de que él es un líder de paz, criticar las acciones de USA en el medio Oriente, Libia y Asia y ofrecer que Venezuela presentará ante la ONU un plan ¡para salvar a Siria!.
No le escuchamos un plan para salvar a Venezuela de la depresión económica, social y moral en que se encuentra. Se hace el loco ante apagones, sequía, minimización del transporte aéreo y terrestre, desabastecimiento de alimentos y medicinas, hiperinflación, desempleo, inseguridad. Silba y mira para otro lado cuando los industriales le proponen medidas concretas para activar el aparato productivo, que es la única salvación frente a la escasez. Es totalmente insensible a las lágrimas y el sufrimiento de millones de venezolanos que pasan todo tipo de necesidades. Se debe estar preguntando qué carajo es una crisis humanitaria mientras alimenta su cada vez más voluminosa inhumanidad.
Los venezolanos estamos cansados de este país triste, carente, africanizado en todos los aspectos mientras el Atila de la Asamblea Nacional anuncia guerra si pierden las elecciones de diciembre. “Perderemos los logros de la revolución del comandante”, grita con desesperación, pensando en lo que va a perder él y adónde se va a meter. Los venezolanos estamos hartos de separaciones, de ver partir a nuestros hijos, hermanos y amigos. Hartos de la odisea de adquirir un paquete de harina Pan o un rollo de papel tualé. Hartos de pasar penurias mientras vemos el festín de los enchufados. Cansados de escuchar estúpidos discursos de gente que vive a costillas nuestra en el primer mundo mientras que el resto del país está en el fondo del infierno.
Esto ya tiene fecha de vencimiento, tanta ignominia y maldad no puede seguir reinando impunemente. Los venezolanos tenemos la obligación de actuar para restituir el orden y la justicia. Como somos civiles, no tenemos armas, tanques ni soldados. Tampoco granadas ni milicias. Así que la única vía de los demócratas es alzar la voz, actuar y votar. Solo con una avalancha de votos se puede bloquear la irreversible tendencia de la trampa, que consiste en “votar” en lugar de quien no lo ha hecho Esto ocurre a las 6 de la tarde, cuando las casillas de los abstencionistas, de los escépticos, de los desinteresados, de los muertos, son llenadas por arte de magia revolucionaria. Y la tendencia se vuelve irreversible cuando los demócratas no van a votar.
No hay peor batalla que la que no se da: todos unidos, a ganar las parlamentarias. Sí se puede.
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