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“Una nación sin elecciones libres es una nación sin voz, sin ojos y sin brazos”. Octavio Paz (1914-1998), poeta, escritor, ensayista y diplomático mexicano, Premio Nobel de Literatura 1990.
Nadie puede asegurar con pruebas que en las elecciones de Venezuela hay un fraude. Sin embargo, las estadísticas, proyecciones, testimonios y resultados arrojan serias dudas acerca de su transparencia. Suficientes dudas como para alimentar una desconfianza absoluta hacia el CNE y su más que evidente tendencia a proteger la permanencia del régimen chavista en el poder. A la inocultable filiación a la revolución por parte de las rectoras, se suma una actuación sospechosa que indefectiblemente da la razón a cuanto planteamiento o petición le hace el presidente de turno o el partido de gobierno. Ni siquiera han aprovechado oportunidades de oro para comprobar ante el país su rectitud, por ejemplo, enseñando la partida de nacimiento en su poder de un candidato que llegó a presidente con la inconstitucional tacha de ser colombiano.
El gobierno y el CNE han trabajado juntos en factores que han alterado resultados electorales: cedulación masiva de extranjeros, control del registro electoral y sus migraciones, reordenamiento de circunscripciones electorales (“gerrymandering”) que produce resultados bizarros como el del parlamento actual, donde la oposición con el 52% de los votos no tiene la mayoría de diputados en la AN. Muertos que votan, abstencionistas consuetudinarios que de repente votan, exiliados que son migrados a remotas mesas en el interior del país. El milagro de la multiplicación de los votos se produce en las prórrogas después de las 6 de la tarde, en la cual muchas mesas permanecen abiertas sin votantes y una mayoría chavista en los miembros de mesa no imprime el acta y cierra el acto hasta tanto no recibe orden del CNE. El voto acompañado es otro elemento que tuerce la voluntad del elector. A esto hay que agregar las presiones que reciben empleados públicos, beneficiarios de misiones o con la esperanza de serlo, miedosos que creen el cuento de que el presidente y sus secuaces van a saber por quién votaron.
Por eso, todos los electores, venezolanos libres y con derecho a votar por quien les de la real gana sin ser castigados ni extorsionados, deben saber cuál es la hoja de ruta en las parlamentarias 2016 y hacer que se respete su voluntad:
- 1) El voto es secreto. Si el gobierno supiera por quién vota cada elector, las represalias sobre empleados públicos serían inmediatas, la expulsión de misiones o la negativa de beneficios el castigo. Y eso no pasa. Sencillamente no hay forma alguna de que se sepa por quién vota usted. Por lo tanto, vote por quien quiera.
- 2) El gobierno está regalando bolsas de comida (dicen que producto de los decomisos en mercados de mayoristas, ya que no tiene más dólares para importar y nadie le fía), canastillas, canaimitas, beneficios de misiones, asignando casas y taxis. Está raspando la olla de las dádivas, un plan que siempre ha funcionado bien pero que ahora choca con la realidad que viven los ciudadanos: desabastecimiento, colas, carencias absolutas, inseguridad desbordada. No hay promesa que contrarreste la cruda realidad, ni amenaza que sea ejecutable. Nadie le puede quitar su pensión, ni arrebatarle beneficios ya recibidos. Así que agarre su bolsa y vaya a votar por quien quiera. Nadie lo sabrá.
- 3) Es indispensable buscarse en el registro electoral y comprobar que todo está en orden, que sigue votando donde siempre y que todos sus datos son correctos.
- 4) Si es miembro de mesa, debe entrenarse bien en los cursos que imparte el CNE. Llegar temprano es vital porque a las 5 de la mañana cuando se constituye la mesa, los miembros ausentes son sustituidos por testigos en el lugar. Y los rojos siempre están allí como los boy scouts. Garantizar la presencia de la oposición en las mesas es clave para la transparencia del proceso.
- 5) Uno de los mitos “irreversibles” de las elecciones venezolanas es que al final de proceso se auditan el 51% de las cajas aleatoriamente. Eso no es cierto. La auditoría jamás ha pasado del 20% por diversas causas. Y hay la sospecha de que la selección de las mismas no es tan aleatoria como se dice. Lo ideal sería que se contaran las papeletas y se cotejaran con el número de votos que arroje el acta emitida por la máquina. Esto borraría toda sombra de duda sobre fraudes electrónicos o manuales, en mesas poco vigiladas por la oposición.
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El día de las elecciones veremos el escenario de siempre, hasta más acentuado por la desesperación: oficialistas declarando ganancia fuera de tiempo, motorizados amedrentando en las afueras de los centros electorales, puntos rojos con propaganda a metros de los centros electorales y en las narices de un ciego Plan República, que muy posiblemente tenga una composición más miliciana que nunca. Nada de eso deberá acobardar al venezolano obstinado de un régimen hambreador que a cada paso intenta torcerle el brazo y ponerle de rodillas. De parte de los venezolanos que promueven la unidad frente a un gobierno totalitario está el combatir el ventajismo impúdico con argumentos más que justificados, infundir valor a los temerosos, ser líderes en sus familias y centros de trabajo para convencer de la necesidad del voto como única arma de los demócratas… pero que como no somos tontos y ya conocemos los pillos, hay que cuidar los puntos débiles en el proceso de votación para que no se cuelen por allí los tramposos.
Y sobre todo tener fortaleza en la lucha, fe en lo que hacemos y convicción de estar en lo correcto para el país y para nosotros. La victoria parlamentaria será el primer paso hacia la justicia que tanto necesitamos. La oposición democrática cuenta al frente de la estrategia a dos experimentados conocedores del fraude: Henry Ramos Allup y Chúo Torrealba. Si a esto sumamos el equipo técnico de María Corina Machado, el idealismo de Leopoldo López, el trabajo puerta a puerta de políticos y candidatos y las ganas del venezolano de salir de esta terrible crisis, la victoria electoral debería estar garantizada…si hay una avalancha de votos y ciudadanos que los hagan valer.