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Concluida la Guerra de Independencia, Farías se había retirado a su villa natal, desde donde apoyó en 1835 la Revolución de las Reformas, teniendo al Cabildo de aquella localidad a su favor.
Fracasada la Revolución, se rindió ante el general Mariano Montilla a cambio de que se le respetaran vida y propiedades, mas el pacto no fue respetado y Faría fue expulsado del país; sus propiedades fueron secuestradas.
Regresó en 1838 a Venezuela tras un indulto emitido por el entonces Presidente de Venezuela, José Antonio de Páez. Enfermo y sin recursos, es apresado cerca de Perijá, ignorando sus enemigos el indulto.
Las peticiones hechas por notables de Caracas y Maracaibo para absolver la pena resultaron inútiles, en especial la solicitud hecha por parte de Rafael Urdaneta al presidente encargado Carlos Soublette, quien rechazó firmar el indulto. El 8 de junio fue conducido a la plaza San Sebastian, hoy Plaza Bolívar de Maracaibo, tan enfermo y débil que tuvieron que llevarlo en una silla, pero llegó muerto a la plaza. Sin embargo, tal era el rencor de sus enemigos que, a pesar de ello, le fusilaron a las 4 de la tarde de aquel día.
Este fusilamiento echa sombras sobre el Gobierno de Carlos Soublette, quien no concedió el indulto. El suceso conmovió dolorosamente a Venezuela.
Un día antes de morir, amargado, escribió: “Adiós, Patria querida, esposa amada, hijos que formaban mi delicia, adiós, amigos y parientes, un recuerdo“.
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