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Participó en los enfrentamientos de La Puerta, San Mateo, El Arao, Mantecal, El Yagual, Mucuritas, Barinas, Queseras del Medio, Carabobo, Bombona, Junín, Matará, Ayacucho y Portete de Tarqui. Su lanza hizo estragos en la batalla de Junín junto a Bruix, Miller, Carvajal y muchos otros héroes que atacaron las filas españolas con bravura, restableciendo las filas de sus desordenados Regimientos y volviendo en contra de los realistas con una furia implacable. En las primeras batallas de la Independencia, en Carora, sale herido y destacándose por su gran valor.
Sus hechos heroicos se pueden contar por miles. En Bárbula fue testigo de su furia para vengar al granadino Atanasio Girardot, Campo Elías y Villapol. Arriesgo su vida en la batalla de Pegones; hecho prisionero se le sentencio a muerte, salvándose gracias a Lino López de Quintana, pero antes dejar una gran cantidad de muertos. Participa en la toma de las flecheras por Aramendi, en la segunda batalla de Carabobo, y en las acciones de Puerto Cabello para rendir el último bastión español en Venezuela.
Su lanza en su poderosa mano fue famosa en Ayacucho acometiendo a sus enemigos realistas. Junto a Sucre entra en su entrada en la Paz el 8 de febrero de 1825. En 1827 mandando en Angosturas restableció el orden ahí turbado. Fue albacea de Bolívar en su testamento el 10 de diciembre de 1830, acompañando al Libertador en su lecho de muerte, diciéndose que fue la persona que dio la camisa para el héroe caraqueño, ya que cuando lo iba a sepultar tenía la camisa rota.
Se casó con Felicia Bolívar. En 1849 se puso al mando de tropas que combatieron contra Páez, teniendo el llanero que capitular. En 1855 fue nombrado Ministro de Guerra y Consejero de Estado. El general José Laurencio Silva fue un hombre de gran valor y eso le trajo un reconocimiento y estimación general. Murió en Valencia 27 de febrero de 1873 a los 82 años de edad. Sus restos reposan en el Panteón Nacional desde el 16 de diciembre de 1942.