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Entre el 27 y 28 de febrero de 1989 se desató en el país una ola de saqueos en los principales supermercados, carnicerías y negocios de artículos electrónicos y línea blanca. Para ese entonces los índices de pobreza marcaban un 62% de la población, por lo que los ciudadanos decidieron tomar las calles como medio para comunicar su descontento ante tal situación. Dicho conflicto incluyo a las ciudades más importantes del país tras unas medidas económicas neoliberales, aplicadas por el entonces presidente Carlos Andres Pérez, que siguió la recomendación del Fondo Monetario Internacional llevando a un levantamiento civil por inconformidad.
El aumento desmedido del pasaje en unidades publica fue “la gota que derramo el vaso” ya que los chóferes y transportistas quieran subir el precio del pasaje casi a un 50% y eliminado también el pasaje estudiantil. Los productos de primera necesidad se encontraban escasos, lo que originó el desabastecimiento y la inflación que hundida el país poco a poco.
Los Guarenos tomaron las calles la mañana del 27 de febrero en una protesta cuidada: “No teníamos previsto, en ningún momento, ningún tipo de saqueo, sólo queríamos hacer una propuesta para que los mismos conductores tomaran conciencia y cobraran el aumento del pasaje que había sido aprobado por el Servicio Autónomo de Transporte y Tránsito Terrestre (Setra), que era de 30 por ciento pero ellos querían cobrar 50 por ciento”, relata Eleazar Juárez, quien era secretario general de la Federación de Asociaciones de Vecinos del municipio Plaza (Federeplaz), organismo que lideró las protestas de ese día.
Según relato de los presentes, a medida que avanzó el día se complicó la situación, en vista de que los partidos políticos principales del país (Acción Democrática y Copei) enviaron grupos de personas para impedir el paso de los protestantes a la sede del Consejo Municipal. El presidente del Consejo Municipal ordenó a la policía metropolitana, detener la protesta pero como respuesta los efectivos se negaron, pero al final fueron obligados hacer usos de sus armas para ahuyentar a los presentes. Tras comentarios de los protagonistas, fueron los militares quienes iniciaron los saqueos. “Mientras ocurría lo de Valle Verde venían de Higuerote unas camionetas de la Guardia Nacional. Como todo estaba trancado (cerrado) buscaron una salida”. Cuando el contingente armado iba pasando cerca de un matadero, detuvieron su vehículo, lo llenaron de carne y le dijeron a la gente “Si quieren ahora, lleven para su casa… y empezaron los saqueos en Guarenas”, describe Eleazar Juárez.
Una vez comenzado los saqueos se registró la primera víctima, se trató de Yulimar Reyes, estudiante de Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV), quien fue asesinada en los pasillos de Parque Central (centro de Caracas), por un policía que le disparó perdigones en la cara y el cuello. Como consecuencia del uso de armas por parte de los efectivos, la masacre dio lugar ante una simple protesta. El entonces presidente Carlos Andres Pérez, decretó estado de emergencia con el que suspendió las garantías constitucionales, lo que significa que el derecho a la libertad y seguridad personal, abandonar el hogar doméstico, libre tránsito y libertad de expresión fueron suspendidos por diez días, lo que magnifico la represión y aumento el malestar en los ciudadanos.
El Ejecutivo envió cuatro mil soldados con tanquetas a las calles de Caracas para “restablecer el orden” los primero soldados en atacar estaban ubicados en los cerros, para evitar que demás ciudadanos siguieran bajando y se unieran a los saqueos. Según testigos luego de dar por terminado los saqueos y haber restablecido el orden, los efectivos seguían disparando indiscriminadamente contra casas y habitantes, allanando hogares y arrestando a “supuestos sospechosos“. Testigos relatan que durante esos fatídicos 27 y 28 de febrero, Caracas se llenó del eco de disparos de rifles y ametralladoras y cuando finalmente cesó el tiroteo la morgue se llenó de cadáveres y los hospitales eran insuficientes para atender a la cantidad de heridos.
Toque de queda
El primero de marzo la calma volvió, pero los ciudadanos se enfrentaron a la represión del mando militar y el gobierno quien pasó factura por tal comportamiento declarando toque de queda desde las 6:00 PM hasta las 5:00 AM. Los venezolanos describieron la situación como algo sin precedentes en el país.
Testimonios
“Cuando el gobierno de CAP decretó el toque de queda nos pusieron un tanque de guerra frente al Bloque Uno con militares adentro”, cuenta Tirsia, habitante de Monte Piedad, una zona al oeste de Caracas.
“Tanto fue el miedo que se impuso durante esos días que el apartamento de muchas personas se redujo al espacio del baño, a un estrecho pasillo o a un rincón de la sala, donde pernoctaban, para no ser alcanzados por las balas. Uno no se podía ni asomar por la ventana, hubo apartamentos que los dejaron como un colador de las balas”, comenta Tirsia.
“En esos días me asomé para guindar (colgar) ropa en el tendedero. Cargaba puesto un reloj que brillaba con el reflejo del sol. Seguro la policía y el Ejército pensó que era un arma y por eso me dispararon. La bala me pasó cerquita, pegó en la pared y saltó. Un pedazo de la pared se introdujo en mi brazo”. (Tomado de la nota de AVN: “A 20 años del Caracazo: Cuatro millones de balas se dispararon contra un pueblo desarmado”).
La masacre
En el Cementerio General del Sur, al oeste de Caracas, hay un sector conocido como “La Peste”, porque durante “El Caracazo” allí eran llevados y amontonados por días los cuerpos de los civiles asesinados en los barrios. Luego eran enterrados en fosas comunes. En “La Peste” recientemente las autoridades encontraron una fosa común con 70 cuerpos no identificados. No estaban incluidos en la lista oficial del Gobierno de Carlos Andrés Pérez.
En 1998 un fallo en la Corte Americana de los Derechos Humanos ordenó al estado venezolano, indemnizar a los familiares de 45 personas asesinadas durante la revuelta. Nunca se conoció la cifra exacta de muertos y heridos, menos de los desaparecidos, pero la Asamblea Nacional reconoció en el 2013, una posible cifra de 276 muertos y de los desaparecidos se calculan unos 2000 mil.
Aquí un resumen de la historia