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Regresó a Venezuela en 1922. Por su firme oposición a la dictadura fue detenido en diversas ocasiones, y en la prisión de La Rotunda (donde permaneció durante siete años) escribió el cuento Los lunares de la Virreina, que alguien envió al certamen internacional del diario La Prensa de Buenos Aires y obtuvo el primer premio. Un grupo de intelectuales argentinos, solidarizados con su situación, reunió los fondos para editar su segundo poemario, Parsimonia (1932).
Antonio Arraiz tuvo que abandonar su país, y de sus experiencias políticas surgieron dos de sus novelas: Puros hombres, de 1938, y Todos iban desorientados (1951). Regresó a Venezuela en 1936, y en 1939 publicó el poemario Cinco sinfonías. En 1941 editó la versión definitiva de Parsimonia, con prólogo de Juan Liscano. Dámaso Velásquez (1943), novela reeditada como El mar es como un potro (1946) y en la que ofreció una visión áspera de la vida de los pescadores en el Caribe, ganó el Premio Internacional Simón Barceló.
Los cuentos Tío Tigre y Tío Conejo (1945) son una peculiar sátira de episodios y personajes de la vida venezolana. En 1943 Arraiz fue nombrado director de El Nacional, periódico de gran prestigio que acogió a los más progresistas intelectuales de Venezuela y de América Latina. En 1949 se exilió voluntariamente en Estados Unidos, desde donde enviaba puntualmente sus crónicas para El Nacional, a las que tituló “La semana en Nueva York“. En 1954 publicó los cuentos El diablo que perdió el alma. Un ataque cardíaco, en 1962, le provocó la muerte en Wesport (Connecticut).